La fiesta en Doha no tuvo fin.
Después de una larga espera, Argentina salió campeón mundial y los familires de los protagonistas quisieron sentir ese dulce sabor de la victoria hasta entrada la noche qatarí. Por eso, los guardias de seguridad prácticamente tuvieron que escoltarlos pidiéndoles por favor que se retiraran del campo de juego, así como también sucedió lo mismo en las tribunas del estadio Lusail con los hinchas (si hubiera sido por ellos, dormían recostados entre las butacas).
Al mismo tiempo que los efectivos de chaleco filtraban a los intrusos en el campo y permitían que los familiares y amigos del plantel ingresara para fotografiarse y abrazarse con los protagonistas, los llantos en las gradas no cesaban. Tras la sesión de fotos con el trofeo, de repente se empezó a poblar el área chica del arco donde se sucedieron los penales de la tanda definitiva y consagratoria. Es que todos quisieron llevarse a casa un pedazo de red. Apareció una tijera y enseguida se armó una fila para adueñarse de un trozo de la historia. La familia de De Paul, Dibu Martínez y hasta los Messi se apoderaron de un fragmento.
Matías Messi, quien terminó tan exhausto por los nervios y emotividad del partido que se hincó varias veces para tomar aire y descansar con las manos sobre sus rodillas, se quedó con un pedazo de red que luego atesoró Thiago, el hijo de Leo. Fue él quien lo pidió y corrió al vestuario con el souvenir. A Antonela Roccuzzo, a su vez, le quedó otro valioso tesoro en sus manos: los botines que su esposo utilizó en la final del mundo que lo tuvo como figura. Jorge Messi, siempre de bajo perfil, se negó a firmar una camiseta ya que entendió que no le correspondía hacerlo a él. Rodrigo, el otro hermano de Lionel, también terminó extenuado y se fue del campo de juego rengueando.
Luego de haber disfrutado de estar en el verde césped, Mónica Ferrarotti, la madre de Rodrigo De Paul, fue interceptada por este medio en el anillo del estadio y no pudo contener su emoción. “Lo logramos, vieja, lo logramos. La Copa es nuestra”, fue la frase de su hijo en un abrazo que le será eterno en su corazón, justo después de haberla hecho ingresar a la cancha. El mediocampista que terminó retomando su nivel con el correr de los partidos en la que fue su primera cita mundialista, aprovechó la ocasión para fumar un habano que tras algunas pitadas descartó fuera de la cancha. ¡Desbordado de felicidad!
“Lo soñaba porque lo soñaba Rodrigo, pero nunca me imaginé plasmarlo y coronarlo de esta manera. Es una alegría enorme, una emoción tremenda. Un equipo que se hizo querer tanto… Más allá del orgullo personal, por todo el equipo”, fue la reflexión de Mónica, quien acompañó al 7 bravo de la Albiceleste en toda la Copa del Mundo y, después de la derrota con Arabia Saudita, le hizo llegar un regalo que terminó siendo le de mucha fortuna: una bandera que guardó en la concentración.
A Mónica se le vinieron innumerables momentos a la cabeza desde aquel día en el que interrumpió sus labores porque su hijo le hizo una videollamada para contarle que había sido convocado por primera vez a la selección argentina: “Todo ese trayecto acompañándolo y soñando con él. Bancando, alentándolo, con momentos lindos y no tan lindos. Este es el corolario de todo eso”.
Un detalle curioso: a los jugadores casi se les pasa por alto dar la vuelta olímpica. Hubo fotos con la Copa, hubo festejo en el escenario, hubo saludo protocolar, pero faltó una de las cosas más importantes en una gala de este tipo. La recorrida perimétrica de los vencedores con el grito de fondo “dale campeón, dale campeón”. Un grupo de hinchas advirtió sobre ello a varios futbolistas que estaban cerca del arco de los penales de forma vehemente: “¡Que den la vuelta, la p… que los parió, que den la vuelta, la p… que los parió”. Ahí recién se formaron, alzaron a Messi en andas y arrancaron la vuelta inmortal.